La trayectoria de Ricardo Vilbor (Valencia 1979) es la de un guionista hecho a sí mismo. Curtido en el arte de la historieta breve en célebres antologías como Valentia, 13 historietas de terror ibérico o De muerte, su salto a la novela gráfica se produce en 2015 con Carroñero. Desde entonces su trayectoria es imparable con obras tan dispares como La vida es sueño u Objetivo Hedy Lamarr. Este mes de octubre el sello Evolution de Panini publicará en nuestro país su primera colaboración con Max Vento: El viejo y el narco. Originalmente publicada a principios de año en el mercado francés por Nouveau Monde Editions, nos encontramos ante una intensa y desgarradora historieta comprometida con la verdad y la justicia.
¿Cuándo y cómo nace la necesidad por contar la historia de don Alejo Garza? ¿Cuál era tu objetivo?
Este cómic comenzó con la lectura de un artículo de Pérez-Reverte, La historia de don Alejo Garza, publicado en la revista XLSemanal el 24 de enero de 2011. En él, el escritor cartagenero relataba brevemente una parte de los hechos narrados narrados en el álbum.
La historia de don Alejo me fascinó porque hablaba de algo muy universal, planteaba una pregunta, un reto al que todos nos tenemos que enfrentar tarde o temprano, bajo diferentes formas, situaciones o disfraces: ¿qué harás cuando vengan a por ti? ¿Cómo reaccionarás cuando tengas que elegir entre tu dignidad, tus valores, tu respeto, lo que te hace humano, lo que te define y el miedo/ el dinero/ la opresión/ el poder/ la corrupción?
¿La realidad supera siempre a la ficción?
No, la realidad y la ficción se funden y confunden, pero no compiten jamás.
¿Por qué escoges a Max Vento como compañero de aventuras? ¿Qué hace de él el dibujante idóneo?
Ambos coincidimos en el cómic colectivo Valentia y, aunque no llegamos a trabajar juntos, me quedé prendado de su trabajo y tuve claro que algún día le tiraría los tejos (artísticamente hablando).
Max es un gran narrador, un historietista nato y su estilo era perfecto para la historia porque transmite veracidad. No había nadie mejor que él para este cómic.
¿Ha sido arduo el proceso para documentar la vida de don Alejo? ¿Hasta qué punto tu personaje es fidedigno?
Ni en el artículo de Reverte antes mencionado ni en internet había mucha más información sobre la vida de don Alejo y su familia. Pude averiguar, eso sí, que tenía, al menos, dos hijas, un hermano (la anécdota del atraco tiene base real: don Manuel se enfrentó e hizo huir a unos atracadores pasados los ochenta), un rancho y palabra de honor. De hecho, no ha sido hasta marzo de este año que he podido leer en unos reportajes del diario Milenio que tenía una esposa llamada Leticia, aún viva. Por tanto, las preguntas que me quemaban no tenían respuesta hace ocho años, luego decidí contestarlas yo mismo escribiendo este cómic.
Mi personaje parte del verdadero don Alejo, pero le he inventado todo lo demás: madre, infancia, trabajadores, motivaciones, personalidad… A partir de cierto punto, uno crea un personaje que se vuelve tridimensional en la cabeza del escritor y hace lo que le da la gana.
¿Y con respecto al lenguaje? ¿Te ha supuesto un reto escribir en mexicano? ¿Has contado con algún tipo de ayuda?
Me encantan las novelas de Élmer Mendoza y el cine mexicano, así que estoy familiarizado y, por tanto, traté imitarlo al máximo. Aun así, recurrí a un amigo mexicano llamado Porfirio Gutiérrez para que revisase y corrigiese los diálogos con el objetivo de que sonasen naturales y que los personajes se expresasen como auténticos norteños.
Tu uso de la primera persona a través del monólogo interior de don Alejo es muy acertado. ¿Cuál es el secreto para que su devenir de la conciencia no retarde la acción?
Intento no abusar de esa voz y dosificarla. Dónde colocas un texto es fundamental, puesto que le da un ritmo y una cadencia determinados a la lectura. Detesto los cómics que me explican lo que estoy viendo y que abusan de los cartuchos.
Otro de los rasgos más significativos, a mi modo de ver, es la intensidad in crescendo del relato y el ambiente opresivo que me recuerda a cintas del cine clásico norteamericano como el Cayo Largo de John Huston u Horas desesperadas de William Wyler. ¿Te atraen este tipo de relatos en el que ha de enfrentarse a su destino sin remisión?
Has dado en el clavo, El viejo y el narco es un western moderno (o al menos es lo que intentaba hacer). Es un western crepuscular, puede que mi género preferido. Y sí, la influencia del cine es innegable en él, sobre todo de John Ford (ojo, influencia, no me comparo con el maestro ni mucho menos).
¿Cuáles han sido tus influencias?
John Ford, Leone, Eastwood, Kurosawa, Frank Miller, Élmer Mendoza, Pérez Reverte, el Martín Fierro…
En la obra recreas el proceso de formación de la personalidad de don Alejo mediante varias secuencias retrospectivas. ¿El héroe nace o se hace?
No hay héroes en esta historia. La heroicidad es subjetiva y caprichosa y no era algo que, a pesar de que pueda parecer lo contrario, me interesase en esta historia. Me apetecía más profundizar en cómo muchas de las decisiones que tomamos tienen su origen en nuestro pasado: fue ahí donde se decidieron y no el momento justo de llevarlas a cabo.
¿Consideras aleccionador el coraje de don Alejo? ¿Deseas con su ejemplo remover la conciencia de los lectores?
No en el sentido estricto de la palabra. Esta no es una historia educativa, ni políticamente correcta o incorrecta. No es un parche moral ni está al servicio de los valores más puros del ser humano. No pretende ser modelo de nada ni para nadie. Es el final de la historia de un hombre. Y poco más. Aspirar a remover conciencias me parecería pedante por mi parte: yo solo aspiro a contar una buena historia.
¿De qué secuencia te sientes especialmente orgulloso?
Me encanta la parte en que él está en casa, esperando a unos asesinos, casi a oscuras, y reflexiona sobre su pasado, su personalidad y cómo se da cuenta de que es quien es por cada pequeña decisión que tomó en su vida; y que no le gustaría que fuese de otra forma a pesar de lo que, sin duda, está a punto de suceder.
¿Consideras que es hasta el momento tu obra más reconocida dentro del mundo de la historieta?
Pues ni idea, la verdad. Se publicó originalmente en Francia en febrero y la acogida fue buena, pero no sabría decirte. A ver cómo funciona en España (espero que muy bien).
¿Podrías contarnos cómo es trabajar con Max Vento? ¿Mantenéis una comunicación fluida a lo largo de todo el proceso creativo?
Ha sido genial trabajar juntos. Al principio costó un poco porque Max es, en palabras de un amigo común, un “espíritu libre” ja, ja, ja. Pero en cuanto pasamos esa fase, todo fue rodado y te aseguro que he aprendido muchísimo trabajando con él. Siempre se aprende de la gente con talento.
¿Cuáles son tus próximos proyectos de futuro? ¿Veremos algo nuevo con Max Vento?
Ahora no tengo nada firmado, solo proyectos junto a artistazos como Rodrigo Vázquez, Josep Rural, Vicente Montalbà y Pablo Sahuquillo.
Sí, Max tiene una idea que quiere que desarrollemos juntos a medio plazo. Aún es pronto para hablar de ella, pero es una gran idea.
Una entrevista de Javier Mora.