«Historias negras» de Abulí & Bernet

Una de las mejores parejas creativas del mundo de la historieta en nuestro país ha sido la formada por Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet. Su relación comenzó con el ya mítico personaje “Torpedo 1936”, que Abulí creó para la agencia / editorial de Josep Toutain, y al que se incorporó Bernet en la tercera aventura tras el abandono de Alex Toth. El trazo firme y claro de Bernet y su planificación clásica combinaban a la perfección con el texto sarcástico y seco de Abulí, henchido del espíritu del “hard boiled” anglosajón con mucha mala leche hispana. Las colaboraciones entre ambos autores se prodigaron entre los años ochenta y noventa del pasado siglo en múltiples publicaciones, y en muchas de ellas ahondaron aún más en el humor negro, ya fuera con una ambientación de género policíaco o sin ella.

Algunas de estas historietas se publicaron en la revista Makoki (Makoki, 1989) y se recopilaron en el álbum Mr. Monster (Makoki, 1990), aunque el libro que vamos a comentar es una ampliación posterior que añadía nuevas historietas de otras fuentes (como la revista Viñetas (Glénat, 1994)), y que titularon Historias negras (Glénat, 1997).

Toda obra recopilatoria, sobre todo si el origen de sus historietas se reparte en un amplio periodo de tiempo, puede tener sus altibajos: guiones más o menos inspirados, dibujos más o menos trabajados. Pero si hay algo que define a este libro, que contiene veintitrés historietas, es la uniformidad: nadie diría que es un recopilatorio sino que parece un trabajo hecho exprofeso para la ocasión. Aunque tenemos nuestras historias preferidas, como “Mr. Monster”, donde una trama en principio clásica y a veces humorística da un giro sorprendente; “Crónica negra”, espeluznante e inteligente reflexión sobre el racismo en Norteamérica; “El monoteísmo”, antecedente del personaje Kafre que Abulí desarrolló en El Jueves junto con Das Pastoras; o “Rima con Ruta”, que también podríamos emparentar con la “Clara de noche” que Bernet publicó también en El Jueves. Además de usar con cierta frecuencia el giro argumental sorpresivo al final de las historias, lo cual era muy frecuente en los guionistas habituales de las revistas “para adultos” de los años ochenta, el punto fuerte de Abulí radica en la manipulación del lenguaje y en su capacidad para la mínima expresión de los diálogos, a veces casi inexistentes. Muchas veces sus personajes son escuetos al hablar, pero dicen las palabras justas para llevar adelante la narración (junto con el soberbio y también ajustado trabajo de Bernet) y quedar representados en sus rasgos principales de personalidad. No encontraremos héroes aquí, ni nadie que pretenda serlo; son seres humanos que “sobrellevan” sus defectos, que no pueden hacer frente a sus obsesiones o se dejan llevar por ellas. Y con frecuencia la solución a sus problemas incluye violencia y muerte.

Sexo, corrupción y violencia, como manifestaciones de lujuria, venganza y avaricia, todo ello teñido de humor, que nos provoca una risa involuntaria ante unos hechos que de otra forma nos parecerían macabros. Humor negro de calidad.

Javier Alcázar.