Tres artistas en París

Inserta ya en pleno siglo XXI, no pertenece esta obra a la etapa más clásica de Sampayo, por lo que quizá no sea de las más populares o reconocidas. También es una de las pocas que desarrolló sin formar equipo con su inseparable José Muñoz, contrapunto y complemento perfecto en ese complejo universo creativo perfeccionado entre ambos durante tantas décadas.Ya que en este caso le acompaña al dibujo Óscar Zárate, otro de los grandes artistas argentinos emigrados a Europa por motivos laborales o políticos en una tradición que se remonta al propio Alberto Breccia. Es un autor que desarrolla su carrera sobre todo en el Reino Unido y en la que cobra una especial relevancia su colaboración con el idolatrado Alan Moore en Un pequeño asesinato.

El argumento gira en torno a una periodista cultural que debe entrevistar a tres célebres artistas premiados con una prestigiosa beca. Se trata de un escritor mexicano, autoexiliado como el propio guionista, de un pianista italiano abrumado por la figura del padre y de un pintor de origen armenio que ha ido reafirmando su identidad personal mientras suprimía la de su propio rostro. Los tres están unidos por múltiples secretos, algunos inconfesables, tanto como por el misterio y la magia del acto creativo. Aunque también se muestren los mecanismos del negocio del arte, la cultura y los medios de comunicación, siempre regidos por la ambición, el poder y la hipocresía. Es decir, lo idealizado frente a lo real. Y, como trasfondo, un París envolvente y eterno pero a la vez tan realista como palpitante, donde bullen los pensamientos entrecruzados de ciudadanos anónimos con sus dramas banales.

La historia es un gran flashback que comienza con sangre. Las historias de los artistas se desenvuelven paralelamente, en una brutal confrontación con el ayer que progresivamente descubre sus debilidades, obsesiones y cobardías: los fantasmas que les acosan y condicionan su comportamiento en el presente.

La periodista será el necesario nexo de unión, cuya presencia dejará una huella diferente en cada uno de ellos aunque, inevitablemente, también se verá afectada por el contacto con tan singulares personalidades de manera irreversible.

Tres artistas en París no se encuadra exactamente en el género negro que le ha hecho famoso pero Sampayo sigue hurgando en las heridas del cuerpo social, sin ceder un ápice en la complejidad emocional y la dureza con que describe las circunstancias de estos personajes. Siempre humanista y comprometido pero siempre transgresor en el contenido y la forma de sus historias.

Lejos del desgarrado blanco y negro que caracteriza a Muñoz, el guionista adapta aquí su relato al singular cromatismo asociado al trabajo de Zárate, a su empleo denotativo de la iluminación y el color para recrear atmósferas y estados anímicos. Las referencias multiculturales aparecen más o menos soterradas y, como de costumbre, se filtra un hálito de irrealidad en situaciones, ambientes y protagonistas, lo que no resta mordacidad o verismo a un álbum tan inquietante como revelador.

Yexus