Alack Sinner: halo de luz y sombra infinito

Decir que Alack Sinner es una de las obras fundamentales de los argentinos José Muñoz y Carlos Sampayo es jugar sobre seguro, pero también una obviedad. Situarla como una de las cumbres del género negro no solo dentro del cómic, sino en el cómputo global del género, supone confirmar algo que no necesita confirmación pero, sobre todo, implica quedarse corto a la hora de calibrar el poso e influencia de una obra mutante y expansiva cuyos tentáculos fueron creciendo y aglutinando territorios hasta pasar de obra de género notable a un nivel de excelencia que la coloca por encima de etiquetas.

A lo largo de las tres décadas durante las cuales Muñoz y Sampayo fueron desperdigando como miguitas de pan las historias de su detective cada vez más taciturno y cada vez menos detective, las páginas de Alack Sinner se empeñaron una y otra vez en rebelarse ante las expectativas de sus lectores. Ese carácter nómada y caprichoso es, quizás, una de las claves de su juventud eterna o, más bien, de su sempiterna vigencia. Bien es sabido que un admirado Frank Miller reclamó para su Sin City el juego de negro devorando al blanco hacia el que fue derivando José Muñoz, pero también que supo reconocer las ventajas de emular esos escenarios de apariencia real pero raíces fírmemente ficticias por las que deambula el protagonista homónimo de esta saga. Más allá del homenaje-préstamo, Miller supo identificar cómo ese subtexto de hardboiled con verso libre y notas de jazz, ese abrasador tango de pasiones, existencialismo y muerte era buen caldo para cocinar un plato yaqui hasta la médula y listo para el éxito rápido, a la manera californiana. Mientras tanto, Muñoz y Sampayo, ajenos a todo ese ruido, afilaban pacientemente una navaja en la que se hacían cargo de sendos filos. José Muñoz, intensificando una voluntad expresionista en la que la violencia y el sexo tienen casi siempre una carga más implícita que explícita y los personajes, a menudo, miran hacia el infinito con ojos perdidos aunque, en realidad, se asoman al lector en línea directa. Carlos Sampayo, reconstruyendo relato tras relato el esquema tradicional de narración detectivesca. Gravitando hacia un no-relato, hacia un vagar de personajes y situaciones en el que el “estar” es mucho más importante que la acción. Una voluntad existencial y existencialista a pie de calle y libre de ampulosidad. No en vano, la lírica de Alack Sinner pronto se quitó de encima una querencia por los densos textos de apoyo en favor de la crudeza de los gestos directos y las frases directas.

El camino que comienza en Conversando con Joe y concluye con El caso USA nos muestra a dos autores sobresalientes que van despojando a un personaje de todo lo superfluo conforme le van sumando experiencias, canas y arrugas. En el fondo, es este eje el que permite a los creadores de Alack Sinner desplazar el centro de gravedad de su obra en un “menos es más” que se va desencadenando de manera casi imperceptible, haciendo que, por el camino, vaya quedando todo lo que ya no hace falta. Inmune a casi todo, Alack Sinner conserva su implacable carisma ambiental y esa poderosa atracción que tiene todo aquello que recompensa casi tanto como exige.

Alex Serrano